Diarreas en perros, ¿son todas iguales?

Probablemente, la mayoría de los propietarios de perros nos habremos encontrado en alguna ocasión ese desagradable regalito que, de forma totalmente involuntaria, nos ha dejado nuestro amigo en la cocina, en el pasillo o en el mejor de los casos, en el jardín.

Lo cierto es que la mayoría de las veces suele ser un trastorno pasajero debido a “algo comido”, “algo lamido” o “algo bebido” que los dueños no hemos podido evitar y bastan unas horas de ayuno para reestablecer la normalidad.

El problema aparece cuando el proceso dura más de lo deseado y a pesar de vigilar la alimentación e incluso hacer en casa “tratamientos de prueba” no conseguimos controlar el proceso.

En este artículo queremos contaros dos casos que hemos tenido en la clínica en los últimos meses de perros con DIARREA CRÓNICA y la importancia de realizar algunas pruebas diagnósticas que pueden a llevarnos a orígenes totalmente distintos de la enfermedad y, por lo tanto, a plantear tratamientos completamente diferentes.

En uno de ellos, en concreto, ha sido incluso tan importante el llegar a un correcto diagnóstico y tratamiento de la enfermedad, que la vida del perro había llegado a correr serio peligro.

1º CASO

El primero de nuestros amigos, que lo llamaremos, por ejemplo, “Lucas”, es un Pastor Alemán de 2 años y vive en una casa con mucho terreno. Cuando sus dueños fueron realmente conscientes del problema, ya llevaba, probablemente, bastante tiempo con diarrea. Lo primero que hicieron los propietarios fue darle arroz cocido y mejoró. Poco después volvieron a ver manchada su cola y cambiaron la marca de pienso. Al cabo de unos días, seguía igual y además notaron que perdía peso, aunque estaba contento y no paraba de correr. Posteriormente, vigilaron sus heces y vieron algo de “moco” en ellas. Como de pequeño había tenido Giardias (un parásito microscópico del intestino) y la sintomatología era parecida, compraron en la farmacia “Flagyl” y lo trataron durante 10 días sin obtener resultados. Al final lo trajeron a nuestra clínica.

Cuando Lucas llegó, tenía un pelo sin brillo y que se caía con facilidad, pesaba 24 Kg y en el anterior registro que teníamos (5 meses antes) pesaba 37 kg. Había perdido 13 kg. Las heces eran pastosas y muy voluminosas, de color clarito, sin sangre, pero con algo de moco (este tipo de heces son características de los trastornos de intestino delgado).

Lo primero que hicimos fueron análisis coprológicos para buscar parásitos, que fueron negativos, y análisis de sangre que también fue normal, salvo un poco incrementadas las transaminasas hepáticas. Finalmente, y sospechando que Lucas padecía IPE (Insuficiencia Pancreática Exocrina) u otra enfermedad de las que cursan con mala digestión o malabsorción del alimento, enviamos sangre al laboratorio para determinar los niveles de TLI, Cobalamina y Folato.

Los bajos niveles de TLI nos indicaban que, efectivamente, Lucas padecía IPE.

Los bajos niveles de Cobalamina y elevados niveles de F

olato nos indicaban que, además, y probablemente de forma secundaria a la IPE, se había producido un sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado.

La IPE, que en algunos perros y determinadas razas se da de forma congénita, también puede aparecer después de pancreatitis e indica una deficiencia parcial o completa de enzimas pancreáticas que lleva a una mala digestión del alimento y la consiguiente diarrea.

Lucas, en la actualidad, está con un pienso de dieta (muy digestible, con poca grasa y poca fibra) y ayudado en cada comida con un medicamento que lleva extractos pancreáticos secos. Y, aunque por desgracia no podrá abandonar nunca ni la dieta ni el medicamento, la diarrea ha cesado (salvo en algunas ocasiones en las que “roba” algo de comida y la lía), ha recuperado ya 7,5 kg y su pelo vuelve a ser firme y a brillar (antes tenía claramente desnutrición y deficiencia de ácidos grasos esenciales). Por otra parte, y aunque esperábamos que al corregir la IPE se solucionase el sobrecrecimiento bacteriano, finalmente tuvimos que tratarlo con antibiótico y hace poco, en los últimos análisis, los niveles de cobalamina y folato eran prácticamente normales.

2º CASO

Nuestra segunda amiga, a la que llamaremos “Estrella”, es una mestiza adoptada de 4 años y que, desde su llegada a la nueva casa hace tres meses, había tenido diarrea más o menos continua y de gravedad (cantidad y número de veces) variable. La perrita estaba muy delgada (7 kg y su peso óptimo estimado eran 11 o 12 kg), aunque estaba así cuando la recogieron. También tenía la barriga hinchada, por lo que sus propietarios pensaban que se debía a que tenía lombrices que, probablemente, habría cogido en la perrera. Aunque a Estrella la desparasitaron tres o cuatro veces, la situación no mejoraba. Las heces eran unas veces pastosas y otras muy líquidas, en ambos casos bastante cantidad, de color amarillo pálido, sin sangre ni moco (si, en este caso también indicaba que el origen estaba en el intestino delgado, aunque como veremos el problema era totalmente distinto).

A Estrella la llevaron, finalmente, a nuestra clínica después de que, tras cuatro días seguidos de diarrea líquida y comer sólo arroz hervido, dejó de comer y se le empezó a hinchar la barriga de forma exagerada.

Los análisis coprológicos fueron negativos y el análisis de sangre, en este caso, no sólo nos mostró una pequeña elevación de las transaminasas, sino que también nos mostró una disminución muy grave tanto de las proteínas totales como de la albúmina.

Mediante una ecografía pudimos comprobar que el abdomen hinchado se debía a ascitis (acúmulo de líquido libre en la cavidad abdominal). Llegados a este punto sabíamos que se trataba de una “Enteropatía perdedora de proteínas” y, aunque lo que procede en estos casos es realizar una endoscopia y tomar muestras para establecer el diagnóstico definitivo, la tremenda ascitis y el mal estado general de Estrella imposibilitaba sedarla por suponer un gran peligro para su vida. La ascitis, en estos casos, se produce porque al perderse una gran cantidad de proteínas por la mucosa intestinal, disminuye la capacidad de retener líquidos y estos pasan a la cavidad abdominal. En el caso de Estrella, habría, aproximadamente, unos dos litros, lo que le producía compresión, malestar y ahogo.

Empezamos en ese momento un tratamiento con inmunosupresores (Prednisona y Azatioprima) y a los 5 días la ascitis había disminuido considerablemente, además llevaba 2 días comiendo (en este caso se le administró una dieta baja en grasa y sin gluten, ya que en algunos casos el origen puede ser una alergia alimentaria).

Ahora y después de realizar la endoscopia, ya está establecido el diagnóstico definitivo e instaurado el tratamiento tanto médico como dietético más adecuado con un grado de éxito aceptable y sobre todo habiendo salvado la vida de Estrella, que se vio comprometida por lo que parecía una simple diarrea.

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